Declaración de Lima


Fuente: II Congreso Internacional Provida
Autor: II Congreso Internacional Provida

Los representantes de organizaciones nacionales e internacionales, defensoras de la vida y la dignidad humanas, provenientes de diferentes partes del mundo, reunidos en Lima del 10 al 13 de Noviembre del 2005, en el II Congreso Internacional Provida (CIP) y en el 1er Simposium Juvenil Internacional Provida, en continuidad con el 1er CIP, realizado en Madrid el año 2003, nos dirigimos a:

Todos los gobernantes, líderes políticos, miembros de organizaciones de la sociedad civil, y medios masivos de comunicación, responsables de defender los derechos humanos,

Convencidos que

1. El primer derecho humano es el derecho a la vida, sin ningún tipo de discriminación por sexo, edad, raza, credo, situación socio – económica, estado de salud o cualquier otra condición.

2. Por tanto, todo ser humano debe ser protegido y respetado, desde el momento de la concepción/fecundación, esto es el momento en que científicamente comienza la vida humana, que luego seguirá un proceso de desarrollo dentro y fuera del útero, tal como lo reconoce la Convención Americana sobre Derechos Humanos.

3. Si el derecho a la vida es respetado, comienza a garantizarse el respeto de todos los demás derechos de carácter social, económico, político, etc.

4. Su primera responsabilidad como gobernantes y líderes, es defender incondicionalmente la vida de cada ser humano.

5. La familia basada en el matrimonio de varón y mujer, monogámico, indisoluble y abierto a la vida, es el espacio natural para que se genere y eduque todo ser humano.

A ellos les exigimos que se obliguen a

1. Respetar y hacer respetar toda vida humana, desde la concepción/fecundación, hasta su muerte natural. El ser humano debe ser tratado como persona, desde el instante inicial de su existencia.

2. Eliminar toda práctica abortiva, eugenésica, eutanásica, mutilante, o que manipule la vida humana, cualesquiera sean los medios utilizados para ello.

3. Aprobar leyes que garanticen la estabilidad del vinculo matrimonial.

4. Respetar el derecho a la patria potestad, que por naturaleza corresponde a los padres; siendo siempre subsidiaria, la función del Estado en materia educativa.

5. Respetar el derecho fundamental a la objeción de conciencia, frente a leyes totalitarias o injustas.

6. Promover soluciones humanas y solidarias que siempre respeten y afirmen la vida, para las necesidades de mujeres y varones, tales como:

• Mortalidad materno perinatal: propiciar acceso y atención calificada del parto,

• Embarazo adolescente y enfermedades de transmisión sexual: promover y financiar programas que fomenten la castidad antes del matrimonio, y la fidelidad dentro de él.

• Violencia doméstica: ejecutar programas para fortalecer la familia basada en el matrimonio, y la educación de la juventud en las virtudes.

• Pobreza estructural: no combatir a los pobres sino la miseria. Los actores económicos promoverán educación, pleno empleo, salario equitativo y vivienda digna para todos. El Estado creará un marco estable y justo, que lo haga posible.

• Sistema sanitario insuficiente: Asegurar la provisión necesaria de recursos humanos, de infraestructura e insumos, y garantizar hábitos saludables en toda la población. Las prioridades sanitarias deben ser atendidas con equidad. El embarazo no es una enfermedad; por lo tanto el control de la natalidad, nunca podrá ser una prioridad sanitaria.

• Pornografía: dictar y hacer cumplir la legislación y sanciones, que eliminen el crimen organizado de la pornografía. La libertad de expresión, no debe ser utilizada para permitir este flagelo.

Nosotros nos comprometemos a

1. Vigilar de manera permanente, el grado de observancia del derecho a la vida y dignidad humanas. Denunciar públicamente a quienes violen este derecho fundamental.

2. Crear organismos nacionales e internacionales de monitoreo a: partidos y dirigentes políticos, organizaciones de la sociedad civil, medios masivos de comunicación y sus financiadores, como paso previo para informar y documentar a la población, de modo que le permita iniciar las acciones judiciales, sociales o políticas pertinentes.

3. Promover y crear instituciones de bien público que prioricen, entre otras, las siguientes acciones:

• Presentación de proyectos normativos que promuevan la vida, la dignidad humana, el matrimonio y la familia.

• Difusión de métodos naturales sobre la fertilidad humana.

• Difusión de un enfoque adecuado de la sexualidad basada en una educación en virtudes y para el amor.

• Multiplicación centros de ayuda a la mujer.

• Creación de centros de orientación familiar.

• Tratamiento humanitario del síndrome post-aborto.

• Apoyo a las familias, para la atención prioritaria de la niñez en situación vulnerable.

• Desarrollo de alternativas humanas y dignas, de acompañamiento familiar a los ancianos, y cuidados paliativos para los enfermos terminales.

• Estudios interdisciplinarios que generen una bioética humanista.

• Capacitación dirigida a los padres, para la adquisición de hábitos saludables de higiene, alimentación, estimulación temprana y otras, durante el embarazo y la crianza de los hijos.


En Lima, a los trece días del mes de Noviembre del año 2005.

No basta con pedir disculpas

Condiciones para el perdón

Recuerdo ahora el relato de un padre de familia, hombre
sensato aunque quizá un poco impulsivo, que un buen día advirtió que
la bronca que acababa de echar a uno de sus hijos era desproporcionada
e injusta.

No habían pasado más que unos minutos cuando comprendió que
había interpretado la situación de un modo totalmente erróneo, y que
su reacción había sido impropia y exagerada.

Como era un hombre leal y de principios, se dirigió hacia la
habitación de su hijo para disculparse. En cuanto abrió la puerta, lo
primero que escuchó fue:

—No quiero perdonarte, papá.

—Lo siento, no me había dado cuenta de que tenías razón. ¿Por
qué no quieres perdonarme, hijo?

—Porque hiciste lo mismo la semana pasada.

En otras palabras, venía a decir: «Papá, no pienses que vas a
resolver este problema simplemente pidiendo disculpas. Tienes que
cambiar.»

Aunque no sea éste un ejemplo especialmente modélico en cuanto
al perdón, de este relato puede sacarse una enseñanza importante: no
basta con pedir disculpas, es preciso también corregirse y procurar
reparar el daño causado.

Sería un error pensar que pidiendo disculpas se arregla todo
sin más. El daño que se haya hecho, aunque se perdone, suele tener
unas consecuencias que no pueden ignorarse. Por eso la petición de
disculpas ha de ir siempre unida a un sincero y eficaz deseo de
corregir en ese punto nuestro carácter, rectificar nuestra conducta y
compensar de algún modo ese daño.

Alfonso Aguiló
www.interrogantes.net

Hijos por catálogo

Martha C. Nussbaum, una de las voces filosóficas más innovadoras e
influyentes de nuestro tiempo, profesora en la Universidad de Chicago,
narra, en primera persona, la experiencia de ser madre de una hija con
un defecto perceptivo-motor.

Una lástima en nuestro mundo

Martha C. Nussbaum, una de las voces filosóficas más
innovadoras e influyentes de nuestro tiempo, profesora en la
Universidad de Chicago, narra, en primera persona, la experiencia de
ser madre de una hija con un defecto perceptivo-motor.

"Mi hija –dice– nació con un defecto perceptivo-motor… Se
trata de un defecto lo suficientemente severo como para que cualquier
madre decente hubiera optado, ex ante, por un 'arreglo' genético.
(Aprendió a leer con dos años y a atarse los cordones con ocho). Ha
tenido que lidiar toda su vida con insultos y burlas. Su personalidad
idiosincrásica, dinámica, divertida y totalmente independiente es
inseparable de estas luchas. No sólo no me gustaría, ex post, haber
tenido otra hija diferente, sino que ni siquiera me gustaría que ella
misma hubiera sido 'arreglada'. Dejando a un lado el amor materno (si
es que se puede), sencillamente me gusta este tipo de persona, inusual
y contracorriente, mucho más de lo que me hubiera gustado (o al menos
así lo creo) la cabecilla de las animadoras que hubiera podido tener.
Y con toda seguridad no deseo un mundo donde todos los padres
'arreglen' a sus hijos de manera que nadie sea un raro, y eso aunque
todos sabemos que la vida de los raros no es fácil".

La reconocida filósofa se lamenta de los prejuicios que
existen en nuestra sociedad en relación a las personas con algún tipo
de discapacidad y de la obsesión por lo "normal" que todavía es
preeminente en nuestra cultura. Igualmente, se opone a la posibilidad
de que los padres puedan "arreglar" a sus hijos antes de nacer e,
indirectamente, también se opone a la posibilidad de interrumpir el
proceso de gestación para evitar el nacimiento de personas con unos
rasgos explícitamente diferentes del resto de los seres mortales. En
este sentido, se opone claramente a la eugenesia liberal y también a
la reforma genética del nasciturus en función de los deseos de los
progenitores.
No es la corriente dominante

No cabe duda de que su posición al respeto es polémica o,
cuanto menos, no puede calificarse de común. De hecho, existen voces
muy autorizadas que se pronuncian en una perspectiva completamente
distinta y que apuntan hacia la posibilidad de abrazar, en el futuro,
una sociedad sin discapacitados psíquicos o físicos.

Deberíamos tener presente que probablemente los padres son
jueces inadecuados para decidir qué entra en ese conjunto básico de lo
humanamente normal; y también que podrían ser excesivamente celosos de
la normalidad a expensas de muchas cosas buenas de la vida humana.

La obsesión por la normalidad y el temor a la marginación del
hijo es lo que puede mover a los padres a introducir enmiendas en el
cuerpo genético del nasciturus, si el marco legal lo permite y si,
además de ello, se dispone de recursos económicos para poder financiar
dichas intervenciones.
Una utopía pendiente

Indirectamente, Nussbaum está colocando en el primer plano del
debate el sentido y la responsabilidad en el ejercicio de la
paternidad y de la maternidad, la delicada cuestión de los derechos
procreativos y de los derechos del hijo no nacido. Temas, éstos, de
naturaleza eminentemente bioética que no pueden dejar indiferente a
ningún especialista en la materia, pero tampoco a ninguna persona que
pretenda ejercer, responsablemente, el oficio, si puede llamarse así,
de la paternidad o maternidad

Deseamos una utopía social donde cualquier ser humano,
independientemente de sus características genotípicas o fenotípicas,
sea aceptado y acogido en su particular singularidad, donde haya un
lugar para todos y donde uno no sufra procesos de marginación por el
hecho de ser distinto del resto de los mortales. La utopía de una
sociedad sin discapacitados es una utopía excluyente y, por ello
mismo, no es, según nuestro punto de vista, propiamente una utopía,
sino una contrautopía.

Francesc Torralba Roselló
www.forumlibertas.com

Knut Ahnlund: “El valor del Nobel ha sido aniquilado”

Abandona la Academia Sueca uno de sus miembros por el desprestigio que
supuso dar el Nobel a Jelinek.
La concesión del Premio Nobel de Literatura de este año ha estado
precedida por un portazo polémico en la Academia sueca: Knut Ahnlund,
uno de los 18 académicos vitalicios y prestigioso crítico literario,
anunció que abandonaba la Academia porque considera que la concesión
del galardón en 2004 a la escritora austriaca Elfriede Jelinek lo ha
desprestigiado sin remedio.
Cuando Alfred Nobel esbozó los criterios artísticos que deberían
tenerse en cuenta para designar los candidatos al premio Nobel de
Literatura, seguro que no se podía ni imaginar que años después estos
criterios apenas se tendrían en cuenta para elegir a Elfriede Jelinek,
la premio Nobel 2004. Decía Alfred Nobel que la obra literaria de los
aspirantes debería poseer "una especie de academicismo estético que dé
prioridad al equilibrio, la armonía y las ideas puras y nobles en el
arte narrativo".

Por coherencia

Ninguna de estas cualidades está presente en la literatura de
la Nobel austriaca, a juzgar por el extenso artículo publicado por
Knut Ahnlund en el periódico "Svenska Dagbladet", en el que hace un
repaso a todas y cada una de las obras de Jelinek. Ahnlund, de 82
años, define la literatura de Jelinek como "porno violento y quejica",
con una "desoladora falta de ideas y de visiones", que se traduce en
"una verborrea donde ocurrencias casuales se extienden a lo largo de
diez o cien páginas sin que se diga nada". "La pornografía se ha
infiltrado en ofertas culturales respetables y aceptadas, un porno
avanzado puede actuar disfrazado como indignación y se convierte en
una salida fácil desde el punto de vista comercial. A esta sección
pertenece a grandes rasgos todo lo que ella ha escrito", dice el
académico. Jelinek –continúa Ahnlund– "ha producido una masa de texto
sin huella alguna de estructura artística sobre temas pornográficos
como el sadismo, el masoquismo, humillaciones y ultrajes".

Ahnlund dice que los criterios empleados en la designación de
Jelinek desprestigian el premio Nobel y son, quizás, una muestra de
cuáles son los criterios morales, estéticos y políticos más valorados
por el actual jurado.
Crisis en la "Academia"

Knut Ahnlund, sin embargo, rechaza esta unívoca visión de la
literatura y, por ello, ha decidido dimitir. Opina Ahnlund que la
mayoría de los miembros del jurado votaron el año pasado a Jelinek sin
ni siquiera haberse leído su obra, lo que confirmaría las sospechas de
que hoy día el Nobel de Literatura es un premio con más intereses
ideológicos que literarios.

Ahnlund es el tercer miembro que se retira de la Academia
sueca. En 1989, Kerstin Ekman y Lars Gyllensten decidieron no trabajar
más en la Academia por considerar que se había actuado con pasividad
al no condenar la "fatwa" (edicto islámico) de pena de muerte contra
el escritor Salman Rushdie. En el debate actual, Gyllensten ha
declarado que está totalmente de acuerdo con Ahnlund.

Con decisiones tan polémicas como las que han caracterizado a
los Nobel más recientes, el Premio sale tocado, pues está perdiendo su
aura de referente en el escalafón literario. Si el Nobel quiere seguir
conservando el monopolio de la consagración literaria mundial, debería
recuperar los criterios estéticos que ha mantenido durante más de cien
años.

Adolfo Torrecilla ACEPRENSA

Usted, ¿para qué sirve?

¿Para qué sirve la vida humana?¿Tiene que servir para algo o alguien?

Convertidos en cosas: sólo valiosos si útiles

Pensemos en los tontos de los pueblos. Esos discapacitados
psíquicos que se pasan el día al sol, con la lengua fuera.

O en los ancianos que alfombran los parques de paseos cortos y
lecturas minuciosas del periódico.

O en los enfermos incurables que roban horas y horas de la
vida de alguna mujer u hombre abnegado que los asea, cambia, da de
comer y da la vuelta en la cama. Si la vida tiene un sentido
utilitario, esta gente sobra. No produce, está de más. Causa y padece
sufrimientos. Su pervivencia, los gastos sociales que ocasiona, los
esfuerzos que supone sólo podrían tolerarse en la hipótesis de que la
vida humana no existiese «para» sino que constituyese un bien
innegociable. Eso nos llevaría a afirmar que la persona es un valor
«per se». Un principio absoluto, no supeditable a ningún otro.
Actualmente no hay «quórum» al respecto. Los etarras y quienes les
ayudan piensan, por ejemplo, que es lícito sacrificar algunas vidas
para conseguir un fin político que, a su juicio, procurará la
felicidad a muchos.

Hay quien considera que a una persona inconsciente, en coma
sin muerte cerebral, hay que limitarle el alimento y causarle la
muerte (el caso se discute ahora en Estados Unidos). Son las paradojas
de una sociedad que evita los debates a fondo sobre el sentido de las
cosas y que se está acostumbrando a juzgar todo desde la casuística
sentimental: ¿Que Ramón Sampedro quiere suicidarse? Vale, pobre
hombre, está en su derecho. ¿Que Christopher Reeves estaba desesperado
por su tetraplejia? Vale, aprobemos la investigación con embriones
humanos. ¿Que alguien no soporta la idea de tener un niño mongólico?
Que lo aborte. Y a este ritmo, imperceptiblemente, se va difuminando
el valor de la vida humana.

La última vuelta de tuerca es el proyecto de ley de
reproducción asistida del Gobierno. A partir de ahora se crearán
embriones para la investigación y otros que «sirvan» , entre otras
cosas, para curar a sus hermanos enfermos. Ambas iniciativas están
movidas por la «caridad». En un caso para ayudar a la investigación
científica, en el otro, para aliviar a unos padres desesperados y a un
niño que puede morir. Pero las dos consagran el principio de que los
seres humanos podemos ser utilizados «en función» de otros. Cuáles son
los fines lo irá decidiendo el poder en los próximos años.

Cristina López Schlichting
La Razón, 11 de febrero de 2005

Los jóvenes desean formar familias estables

Un estudio de Bancaja, entre jóvenes de la Comunidad Valenciana,
basado en 2.000 encuestas arroja unos datos que bien se merecen una
reflexión.

Los que hoy son jóvenes

Un estudio de Bancaja, entre jóvenes de la Comunidad
Valenciana, basado en 2.000 encuestas arroja unos datos que bien se
merecen una reflexión. En primer lugar, habría que ponerse de acuerdo
sobre qué entendemos por "jóvenes", porque para mí es más que
discutible asimilar esa etapa de la vida a los que tienen entre 16 y
30 años, que es lo ahora es habitual, y de hecho es la edad que ha
estudiado Bancaja.

Podemos afirmar que denominamos "joven" a quien no está
maduro, a quien no asume la responsabilidad plena de su propia vida,
tanto en el sentido de su alimentación como en el de la vivienda. El
joven depende de sus padres, o de sus parientes. Hace unos años, sería
impensable denominar joven a quien ya tiene 29 ó 30 años. Hoy en día,
y no es una casualidad, es la edad en que se suele contraer
matrimonio.

Los jóvenes son como se les educa o se permite que se eduquen.
No pretendo defender un determinismo pleno, puesto que cada persona
mayor de edad es dueña de sus decisiones, sea cual sea el ambiente
familiar, académico o social. Por tanto, al detectar deficiencias en
la maduración de nuestros jóvenes –aceptando el tope de los 30 años–,
no pretendo menospreciar a los jóvenes ni generalizar. De todo hay en
todas época y en toda generación.

No deja de ser preocupante el resultado de esas 2.000
encuestas. Nuestros jóvenes ordenan así sus valores: familia, ocio,
amigos y trabajo. Que la familia ocupe el primer lugar, en todas las
encuestas, es muy loable y es una prueba más de que es el eje de los
valores sociales, y por tanto requiere el mayor esmero por parte de
todos. Lo que sí sería más interesante es analizar cómo ven los
jóvenes su papel en la familia: si es porque reciben mucho, porque ven
que es una institución que requiere contribución de todos sus
componentes o todo un conjunto de motivaciones, que abarcarían
generosidad sin límite y egoísmos larvados o expresos.

En gran medida, los jóvenes valoran la familia en primer lugar
por el deterioro que ha experimentado en las últimas décadas: no
quieren una familia devaluada, inestable, caprichosa, porque desata
todo tipo de desequilibrios e inhumanidades. Y ahí echo "piedras sobre
mi tejado", el tejado de mi generación: los que ahora somos
cuarentones.
Lo que es preocupante

La mejora de la calidad de vida es positiva, pero debe saber
administrarse. Si amortigua valores superiores o los anula, cayendo en
una comodidad creciente, hay que preocuparse. Y es preocupante que el
segundo valor entre los jóvenes sea el ocio. Por supuesto que es sano
el descanso, el ocio –no todos, evidentemente–, pero entronizarlo como
"subcampeón" de los valores, me parece excesivo, por encima de la
amistad y del trabajo. Lo peor de todo es que esta encuesta nos cuadra
a todos: se corresponde con lo que se observa en los jóvenes
genéricamente.

Alguien puede objetar que en "ocio" se incluye la lectura, el
deporte, el intercambio cultural. Con todos los respetos, y salvando
excepciones, ocio es ese tener tiempo para uno mismo, al menos tener
esa opción. Probablemente es consecuencia de lo que los jóvenes han
visto en nosotros: excesiva dedicación al trabajo, en detrimento de la
familia, de la calidad de vida, de las amistades.

Las preguntas fluyen. ¿Qué hay de otros valores entre los
jóvenes? La cacareada solidaridad, la paz, los derechos humanos, el
amor humano y el matrimonio, los valores religiosos, los viajes para
conocer otras culturas, los valores asistenciales, y así un largo
etcétera. Tenemos que reconocerlo: nuestros jóvenes piensan demasiado
en sí mismos y en su comodidad, porque o lo han visto en sus mayores o
como reacción ante valores reales que conducen al nihilismo y al
permisivismo. Del mismo modo que no podemos caer en el papanatismo o
la alabanza tonta de todo lo que hacen los jóvenes por el temor a ser
calificados como "carrozas", tampoco podemos estigmatizar
genéricamente a ningún estrato social, sobre todo cuando es un estrato
–el de la juventud– que depende mayoritariamente de los adultos.

Javier Arnal
es.catholic.net

Dime a quién admiras y te diré quién eres

El joven construye al adulto

La gran incógnita de la adolescencia es descubrir quién se es.
Cuando a un niño se le pregunta sobre su propia identidad,
tranquilamente se define como el hijo del Sr. y la Sra. X, y elenca
una serie de características que ha escuchado a sus padres o a sus
maestros decir sobre él. Esta pregunta no le causa mayor inquietud.
Pero cuando se formula a un adolescente o a un joven, el asunto es
distinto.

Este interrogante no sólo inquieta al propio adolescente, sino
también al adulto. ¡Cuántos padres de familia ya no reconocen el
carácter dulce de su hijita en las respuestas de la quinceañera que
tienen en casa! ¡Cuántos profesores con gran sabiduría en sus propias
áreas de conocimiento no logran descubrir el verdadero "yo" que se
encuentra escondido tras la mirada esquiva del joven de cabello largo,
o de la alumna que se le enfrenta en un continuo reto!

Y esto es muy normal debido a que a esa edad se está
construyendo la propia personalidad. Un adulto llega a ser lo que ha
formado a lo largo de su vida. No existe un código oculto que lo
defina como lo que es. El adolescente puede tener un carácter más o
menos alegre, pero dependerá de él cómo lo emplea: alguno lo
aprovechará para hacer pasar un rato agradable a los demás, y esto le
ayudará a tener amigos; otro por el contrario, lo podrá emplear en
burlarse, creando conflictos con los demás. Alguno hará amigos gracias
a su paciencia, otro, a su compañerismo, mientras que otros, con estos
mismos atributos se granjearán enemistades.

Nadie tiene condicionada o predeterminada su manera de ser.
Cada uno va desarrollando ciertas características de su personalidad
que puede usar en distintas direcciones según vaya siendo valioso para
él. ¡Esta es la maravilla del ser humano! Gracias a su inteligencia,
voluntad y libertad puede vencer cualquier tipo de condicionamiento
que se le presente, con tal de que se lo proponga y ponga los medios y
el esfuerzo para hacerlo.
El ideal y la libertad

Así tenemos a Hellen Keller, nacida en Alabama, Estados Unidos
en 1880, quien al año y medio de edad quedó ciega y sorda, y aprendió
a comunicarse llegando a escribir libros en distintos idiomas; o a
Karol Wojtyla, que no se amargó a pesar de ser huérfano de madre, sin
hermanos, y de que le clausuraran su universidad viéndose forzado a
trabajar como obrero para librarse de los campos de concentración; a
Víctor Frankl que dentro de Auschwitz encontró un sentido a su vida,
estudiando los efectos de esas condiciones infrahumanas en sí mismo y
en sus compañeros, de donde surgió su Logoterapia; y a tanta gente que
vive en el anonimato de una vida alegre y sencilla a pesar de
cualquier tipo de dificultades económicas, sociales, familiares o
físicas a que se encuentran sometidos. Y por el contrario, también
hemos sido testigos de tantas personas que aparentemente lo han tenido
todo o por lo menos no han sufrido tantas carencias y, sin embargo, no
se consideran felices. Todos conocemos a personas así.

¿Dónde ha estado la diferencia? ¿En las cualidades con las que
han nacido? ¿En las circunstancias que les ha tocado vivir? No, la
gran diferencia radica en que unos han tenido un ideal que los ha
llevado a tomar las riendas de sus vidas en sus manos, forjándose a sí
mismos para alcanzarlo; mientras que los otros se han dejado llevar
por las circunstancias, ya sean internas o externas.
Con maestro y coherente

Los primeros no se dejan atrapar por ningún tipo de
dificultad. Aún cuando caigan varias veces, afrontan la vida como una
aventura en la que ellos quieren ser los vencedores, porque tienen un
ideal, que se convierte en fuente de esperanza y de motivación. Los
segundos, por carecer de ese ideal, no encuentran la fuerza ni la
motivación para construirse a sí mismos.

Los primeros han tenido a alguien que les ha guiado y les ha
servido de ejemplo y de apoyo: Hellen Keller no hubiera hecho nada sin
Anne Sullivan; Karol Wojtyla tampoco sin su padre o sin Jan
Tyranowski, un sastre que hizo las veces de su director espiritual
cuando perdió a su padre. Estos adultos han jugado un papel muy
importante en la vida de estos jóvenes: les han mostrado un ideal
hacia el cual proyectar su vida y les han ayudado a desarrollar las
facultades necesarias para luchar por él. Ellos han desaparecido (el
padre de Karol murió cuando éste tenía 20 años), pero el ideal se ha
mantenido y han podido salir adelante por sí mismos.

Ni Hellen Keller ni Karol Wojtyla nacieron siendo esas
personas que llegaron a ser. Los dos tenían cualidades y muchas más
dificultades. Ninguno de los dos nació mucho más dotado que la mayoría
de nosotros. Sin embargo llegaron a ser lo que fueron porque supieron
ser consecuentes con su ideal tomando a cada paso de su vida la
decisión que más los acercaba al mismo.
Este es el gran reto que se nos presenta a los adultos de hoy:
aprender a presentar ideales atractivos a los jóvenes para se
entusiasmen y puedan proyectar el tipo de personas que quieren ser, y
les sirvan de guía y motivación a lo largo de su vida.

Liliana Esmenjaud
Mujer Nueva

Lealtad, cercanía

Los propios cimientos
La lealtad, y en primer lugar con los ausentes, es otra
cuestión clave en las relaciones humanas. Cuando una persona habla mal
de otra a sus espaldas, o revela detalles que alguien le ha
manifestado de modo confidencial, además de actuar injustamente en la
mayoría de los casos, destruye su propia capacidad para generar
confianza. Quizá esa persona busca ganarse la confianza de la otra
gracias a esa indiscreción o ese desahogo, pero esa falta de
integridad personal está minando en sus cimientos aquella confianza.

Ante los errores o defectos de nuestros amigos o conocidos, la
lealtad exige que procuremos —en la medida en que eso sea posible—
ayudarles a corregirse. Como es obvio, esto será más fácil cuanto
mayor sea nuestra confianza con ellos.

Si no nos resulta posible decirles nada, o se lo hemos dicho y
aparentemente no ha habido ningún cambio, no por eso la murmuración y
el chismorreo dejan de ser una deslealtad. Sólo cuando lo exija la
justicia o el bien de los demás, será legítimo advertir a otros —y
siempre extremando la prudencia— de aspectos negativos que hemos
observado en una persona.

Cuando hay una buena relación personal, los errores de quienes
nos rodean son, si sabemos aprovecharlos, ocasiones excelentes para
ayudar lealmente a esas personas a corregirse. Muchas veces, una
advertencia sincera y prudente hecha a tiempo es la mejor forma de
mostrar el afecto por una persona.
Una fortaleza a toda prueba El problema es que muchas veces, cuando
ves que habría que hacer una advertencia a alguien, precisamente
entonces tu relación con esa persona está bajo mínimos, y no la
aceptaría bien... Por eso es importante que haya una buena relación
general entre las personas con las que uno trata (dentro de la
familia, en el trabajo, con los vecinos, etc.).

Por ejemplo, si en la familia hay unos lazos fuertes entre
padres, hijos, hermanos, abuelos, tíos, primos, etc., esa relación
puede resultar decisiva en situaciones de mayor dificultad. Sentir y
saber que hay muchos otros miembros de la familia que nos conocen y se
preocupan por nosotros, aunque quizá vivan lejos, puede suponer una
ayuda mutua importante para la convivencia familiar. Si uno de tus
hijos, por ejemplo, tiene dificultades para relacionarse contigo en un
momento determinado, quizá pueda ayudar a arreglarlo tu cónyuge, un
hermano, o una tía, o el abuelo. En una familia unida, cada uno de sus
miembros representa una referencia y una ayuda que pueden resultar de
vital importancia en el momento más insospechado.

Alfonso Aguiló
www.interrogantes.net