Mujer madura, mujer que sabe amar

Las mariposas monarca vuelan por Canadá y Estados Unidos hasta llegar al Estado de Michoacán (México), ya que es en los bosques mexicanos donde encuentran las condiciones ideales para su desarrollo y apareamiento. Una vez que han llegado a su madurez, emprenden su viaje de regreso. Madurez que tiene que ver con su capacidad de supervivencia frente al entorno que las rodeará. Así como las mariposas monarca, los seres humanos también vivimos un proceso antes de llegar a la madurez, la cual nos permite ser dueños de nuestras decisiones.

En la práctica, ser maduro no tiene relación directa con la edad, ya que puede haber adolescentes maduros o adultos inmaduros. La madurez es algo más que haber cumplido cierta edad, implica haber superado una serie de experiencias que reflejan una actitud de vida y que tiene como recompensa la plenitud.

Pasar por el proceso previo a la madurez puede ser un proceso arduo y doloroso. Algunos de los aspectos envueltos en dicho proceso son:

• Apertura y aceptación del propio dolor.

• Conocimiento y aceptación de sí misma.

• Superación de sí misma.

• Disposición interior y decisión profunda de dar lo mejor de sí misma a los demás.

Hoy en día como en toda época el dolor forma parte inherente de nuestra naturaleza. “¿Dolor? Si yo no quiero sufrir”- exclamaríamos muchos-. De manera natural rechazamos el dolor. Si me duele una muela, acudo con un dentista para que realice un diagnóstico de mi dentadura. Una vez que lo ha hecho, yo haré todo lo posible para seguir al pie de la letra las indicaciones médicas y disminuir a toda costa el dolor. Este tipo de dolor es relativamente sencillo de curar, sin embargo, hay otros dolores que no son tan fáciles de identificar y que tienen relación directa con el crecimiento de la persona.

Vivirlos es irremediable y superarlos es una condición para el óptimo desarrollo de nuestra personalidad y para nuestro crecimiento: dolor cuando nacemos y salimos a un ambiente distinto en el que estábamos en el vientre de nuestra madre, dolor cuando nos llevan a la guardería por primera vez y no queremos alejarnos de mamá, dolor cuando tenemos que compartir nuestro pequeño mundo con los hermanos o los compañeros de la guardería, dolor cuando en la adolescencia empezamos a conocernos y reconocernos diferentes a los demás, dolor cuando no somos aceptados por determinado grupo, dolor cuando el chico que nos gusta nos rechaza, dolor en el proceso de discernimiento de la carrera que finalmente estudiaremos, dolor cuando terminamos una relación de noviazgo, dolor ante un aparente fracaso laboral, dolor al reconocer que la persona elegida para casarse tiene muchos defectos que antes no había observado, dolor en el parto de los hijos, dolor al tener que educarlo con disciplina y firmeza, dolor cuando los hijos han crecido y decidido irse de casa, dolor cuando mueren nuestros padres, dolor al envejecer y reconocer que se depende de otros para sobrevivir… Parece un tema muy conocido para todos, pero en ocasiones quisiéramos dejarlo guardado en un armario, desaparecerlo y no tener que experimentarlo.

En una ocasión una amiga me dijo que la mejor manera de enfrentar el dolor en el crecimiento es hacer como cuando nos ponen una inyección: “simplemente dejar que nos la pongan y así será menor el dolor.”

Cada etapa de la vida tiene sus propios retos: la niñez, la adolescencia, la juventud, la etapa adulta, la vejez. Cada proceso en nuestro crecimiento lleva implícito el dolor o sufrimiento y aunque nos empeñemos en alejarlo de nuestras vidas, ahí estará porque es necesario para el propio crecimiento y maduración.

Muchas parejas han tenido que sufrir ese proceso de dolor o dificultad durante su matrimonio y ante los momentos de dolor o crisis han decidido divorciarse. Las estadísticas del INEGI del 2006 hablan de una tasa del 12.3% de divorcios en México.

Las consecuencias de este tipo de decisiones no son solamente a nivel personal, sino a nivel de la sociedad. Según la Association of Teachers and Lecturers (organización con más de 160,000 miembros) “el declive de la familia tradicional está creando un círculo vicioso de fracaso escolar, pobreza y crimen”. Un informe del periódico Times de Londres publicado el 24 de abril de 2007 menciona que según estudios de la Children’s society más de un cuarto de los jóvenes de menos de 16 años se sienten deprimidos por las tensiones de la vida familiar, las amistades y el colegio.

Cada vez es más frecuente la cultura de lo cómodo, de evitar el sufrimiento. Gran número de niños crecen acostumbrados a tener prácticamente todo lo que quieren en el momento que lo desean. Sus padres, con la idea de proporcionar lo necesario y lo superfluo en el aspecto material, le dan todo ello para que “no sufra”. En nuestro mundo cada día se “crean necesidades”, mismas que pareciera los padres debieran cubrir en un 100%. Esto genera niños egoístas y con baja tolerancia a las frustraciones en diferentes etapas de la vida. Otro gran número de adolescentes piensan merecer todo sin ningún esfuerzo de su parte, lo que provoca retraso en el proceso de madurez personal. Son adolescentes que basan su seguridad personal en el dinero, en las tendencias de la moda o lo que dicta la sociedad y que se les dificulta vivir sus valores de manera auténtica. Así también podemos encontrar a adultos que van por la vida según la corriente les dicta, dando a los hijos todo lo “material”, olvidando la importancia de la atención, el acompañamiento en el aprendizaje y la disciplina. Elementos que ninguna persona ajena a los padres podrá formar en ellos.

La mujer madura está abierta al dolor y al sufrimiento en el proceso de crecimiento, enfrenta con valor su propia personalidad (fortalezas y debilidades), se acepta tal como es y sin esconderse a esa realidad. Al mismo tiempo sabe que necesita superarse y lo hace con la decisión firme de dar lo mejor de sí para darlo a los demás.

¡Cuántas mujeres han hecho historia por su capacidad de entrega!, por ser mujeres maduras. Mujeres que se encuentran en el anonimato, pero que tomaron la decisión de darse a sí mismas en los diferentes roles que le tocan: en el trabajo, en la familia y en la sociedad.

Que maravillosa decisión la de tantas mujeres que tomaron la decisión de casarse y formar una familia. Ellas llevan en sus manos un gran reto y una magnífica vocación. Hacen frente al misterio que representa el futuro y en medio de las contrariedades siguen adelante, luchan y dan lo mejor de sí mismas dejando a un lado el egoísmo.




(Por: María del Rocio Rivera Ramírez, Colaboradora de Mujer Nueva)