Estudiar y abrirse camino en la vida

Se ha hecho evidente un cambio en la educación: del autoritarismo y la
rigidez se ha pasado a la ausencia de límites, a la comodidad y al
"dejar hacer". Se hace patente, por lo tanto, que conviene buscar un
término medio: vivir los horarios para el estudio, y padres y
educadores, unidos en este reto, establecer las pautas que se deben
hacer cumplir, con la suficiente ascendencia, consecuencia del
prestigio y del testimonio personal de los que tenemos el reto de
educar.

Se necesita una reacción

¿Cómo podemos animar esta voluntad por el estudio? La
respuesta la sintetizamos en esta frase: educar la voluntad para el
esfuerzo. Nuestros hijos y hijas han de estudiar con ganas y sin ganas
de hacerlo, sin excusas, con constancia y con renuncias voluntarias
tan sencillas como estar sentados correctamente en la silla; no comer
mientras se estudia o no dejar a medias los deberes de la escuela.

En un mundo competitivo donde se valora la eficacia y los
resultados, los padres tenemos el riesgo de hacer lo mismo con las
calificaciones de los niños. Si tenemos niños o niñas con gran
facilidad para aprender podríamos caer en el defecto de que –al
recibir muchos elogios– se volvieran unos vagos, en cambio otros
habiéndose esforzado más, podrían no tener buenas notas y quedar
desmotivados al no recibir ninguna alabanza. ¿Qué actitud sería la
óptima?: observar las posibilidades de cada uno y, sobre todo, no
obsesionarse por las calificaciones. Valoremos lo que hace de bueno:
poner codos.

Han terminado las vacaciones de Navidad y volvemos a la
escuela. Vamos recibiendo noticias de fracaso escolar. A los padres
nos preocupan estas noticias que afectan también a nuestros hijos y
hijas. Estamos en la cola de los países europeos. Según el informe de
la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE),
el bachillerato en España (con un 33 por ciento), ocupa el cuarto
lugar en este triste ranking, sólo superado por Turquía y México. En
el otro extremo de la clasificación aparecen Alemania (con el 3 por
ciento de alumnos que no superan la secundaria superior), Grecia (4
por ciento), Noruega (8) y Japón (9).

Dos sencillas sugerencias prácticas para mejorar el estudio de
los hijos:

1 . Hacer agradable el estudio

Hacer agradable el estudio es enfocarlo de forma que les guste
estudiar. Nunca podemos hacer comentarios negativos como por ejemplo:
"tienes demasiados deberes" o bien "mira tu padre y tu madre como
trabajamos, estamos bien cansados..!" A la inversa procurar que las
criaturas y jóvenes tengan curiosidad intelectual, que comenten los
libros de lectura, los trabajos de la escuela, busquen temas por
Internet, que se fijen en lo que ven cuando van de excursión, que
comenten las películas, etc. Deben recibir una instrucción o unos
conocimientos, no para saberlo todo como una enciclopedia, sino para
adquirir una cultura propia de la persona que piensa, reflexiona,
asimila y se prepara para hacer camino por la vida.

2. Espacio de estudio adecuado

Procurar un espacio en el hogar, adecuado para el estudio de
nuestros hijos e hijas. Siempre el mismo. Sin música, sin ruidos, con
buena iluminación. A la vez como que cada hijo es diferente, debemos
conocer al que se concentra más rato y más deprisa, o al que necesita
descansar del estudio más a menudo, y volver a empezar. Hemos de
ayudar a que controlen la imaginación, no les podemos interrumpir en
cada momento para no dispersarlos. Si debemos apoyarlos como por
ejemplo, preguntarles que han hecho de deberes escolares, cuando hayan
finalizado su tiempo de estudio; de esta forma podemos saber si han
aprendido a resumir y sintetizar y si han reflexionado sobre lo que
han estudiado. A veces no podemos por el horario laboral estar cerca
del hijo o hija en su tiempo de estudio pero si que podemos
interesarnos por lo que ha hecho.

Es tarea nuestra animarle a la constancia, procurándole medios
para ser responsable y tener un buen rendimiento escolar para
prepararse para el futuro de su vida.

Victoria Cardona Romeu
Profesora y educadora familiar
www.vidadefamilia.org

Mujer, moda y felicidad

Significa mucho

El modo de vestirse de una mujer refleja parte de su "yo
profundo", de su interioridad. Por eso, cuando el hombre se viste, se
cubre su cuerpo; cuando la mujer se viste, descubre su alma.

Te invito a no ceder ante la presión del ambiente. ¿Te animas
a mejorar la moda y las costumbres? El modo de hablar, de vestir, de
moverse, tiene mucho que ver con lo que llevamos dentro. Con
frecuencia la moda nos hace masa, y así está planeado por los
poderosos de la tierra. Tú puedes ser una mujer noblemente rebelde,
mujer de una pieza. Si las mujeres saben custodiar su alma y su
cuerpo, no serán una más: serán mujeres que saben distinguirse por su
elegancia, por ser femeninas.

Somos diferentes al varón. La mujer debe conocer la diferencia
natural de percepción del hombre, distinta de la percepción de la
mujer. Debe conocer muy bien la diferencia entre ser usada
(mujer-objeto: "qué buena estás") y ser amada ("qué guapa eres"). La
mujer tiene habilidad, arte y condiciones para emplear la moda como
medio de limpieza en la sociedad. ¿Te animas?

Pudor, intimidad y valor

La intimidad corporal en la moda actual está desprotegida: deja ver
demasiado del cuerpo. Un vestido que subraya el sexo contribuye a
encubrir el valor de la persona y a resaltarla como objeto de placer.
El desafío es ir contra corriente, para eso tenemos que cuidar el
pudor. ¿Qué es el pudor? El pudor es la inclinación natural a cubrir
el cuerpo para protegerlo de las miradas morbosas. Nos hace más
dignas, más dueñas de nosotras mismas. La falta de pudor consiste en
llevar la ropa ajustada, la falda corta, usar escotes que dejan ver
más de la cuenta, mostrar nuestro ombligo; a veces la mirada se va a
la cintura -al ombligo- en vez de irse a los ojos, y eso no nos hace
felices.

La mujer con pudor llegará a ser más dueña de sí. El pudor es
la inclinación a mantener oculto lo que no debe ser mostrado, a callar
lo que no debe ser dicho, a reservar a su verdadero dueño el don que
es para aquel a quien se ama. Una desnudez es impúdica cuando no es de
nadie y al mismo tiempo es de todos: disponible para quien la quiera.
La ropa que deja ver la ropa interior, no es elegante. Quien no siente
necesidad de ser pudoroso, carece de intimidad, y vive en la
frivolidad.

¡Tú vales mucho! Mucho más de lo que imaginas, aunque hayas
tenido caídas, aunque tengas defectos. ¡Vales mucho! Procura que te
traten como lo que eres: una gran mujer.

Martha Morales

¿Naturaleza versus ser humano?

Ahí está la Naturaleza, incontestable

Tsunami, huracanes, terremotos, tifones, inundaciones,
tormentas tropicales… más de 300 mil muertos por causa de desastres
naturales registrados en el año 2005. Tenemos las imágenes frescas en
nuestras mentes. En estas circunstancias la naturaleza no parece ser
débil y desprotegida ante los hombres. Nosotros ya nos acostumbramos a
sentirnos responsables de cuidar la Tierra: sus recursos, las especies
en extinción o la capa de ozono; pero ella no parece tener la misma
conciencia sobre nosotros. Uno se pregunta: ¿no conviene preocuparse
ahora más por los seres humanos?

Afortunadamente en realidad la naturaleza no es como en la
famosa película de Hitchcock titulada "Los pájaros", donde estos,
declaran la guerra a los hombres y se reúnen para atacar y matar a
picotazos a las personas. Sin embargo a veces parece, que la
naturaleza se enoja o incluso se quiere vengar. Aunque no sea así, no
es equivocado pensar, que no conviene "provocarla" e ir contra sus
leyes. El "ir contra la naturaleza" podría ser la tala de un bosque,
la contaminación del medio ambiente, así como también la fecundación
in Vitro o la manipulación del código genético... En el fondo nos
podemos dar cuenta que todo esto significa ante todo "ir contra el ser
humano", porque implica falta del respeto de la dignidad humana. Es
bueno respetar la naturaleza por el respeto al ser humano.

Se podría decir que la naturaleza sabe cuidarse a sí misma
bastante bien. Aunque sin prisas, se recupera de los daños que se le
causa. Lo ilustra muy bien la guerra de los ents contra Isengard en
"Las dos Torres" de J.R.R. Tolkien, (quien por cierto por algunos fue
llamado ecologista por su admiración ante la belleza y la sabiduría
escondida en los árboles, los cielos, los ríos o la luz). Los ents,
entre ellos Bárbol, el más viejo, eran algo con aspecto de árboles que
de vez en cuando se despertaban, hablaban y caminaban. No reaccionaron
rápidamente ante la progresiva destrucción de su bosque Fangorn
realizada por el ejército de orcos de Saruman. Una vez enojados y por
fin ya bien despiertos, los ents sorprendieron a todos con su fuerza;
casi sin esfuerzo aventaron enormes piedras, cambiaron la ruta de un
río y con la inundación en pocos instantes derrotaron Isengard.
Una naturaleza singular

Por algo se suele decir que la naturaleza no perdona. Tiene
sus leyes muy sabias, aunque no es consciente de ellas como los
ficticios ents de Tolkien. En realidad los robles no se dan cuenta de
que rompen el asfalto con sus raíces, el agua al correr tampoco sabe
si nos permite disfrutar de preciosas cascadas o si mata muchas vidas
por invadir con su ímpetu. En cambio el hombre sí puede conocer estas
leyes... No es un ser más de la naturaleza, otro árbol. Es el único
ser en la Tierra que puede conocer las leyes de naturaleza. Aunque la
majestuosidad de un bosque parecido al Fangorn nos infunde respeto y
nos extasiamos ante fenómenos y paisajes a veces tan bellos y
terribles a la vez, nos damos cuenta de que somos superiores. Nuestra
dignidad no sólo nos permite admirar y respetar o destruir y
contaminar... Podemos entender la naturaleza para intencionalmente
transformarla o influir en sus sucesos con un fin, ojala bueno.

Volviendo a considerar los desastres naturales, los
científicos sin duda podrían desarrollar aún mucho más las
posibilidades de predecir los terremotos, huracanes, etc. para poder
prevenir a tiempo catástrofes y evitar muchas muertes de seres
humanos. Conviene invertir en este tipo de estudios y en los medios
para prevenir o remediar tragedias, igual en los países más
desarrollados que en los más pobres.
Somos el punto de referencia

Lo dicho hasta ahora sobre la prioridad de proteger la vida de
los hombres no disminuye la importancia de cuidar el medioambiente.
Todo lo contrario. Pero es bueno recordar las correctas razones para
los programas ecológicos. Buscamos evitar la contaminación del aire
por las consecuencias negativas que tiene para la salud humana. No
pisamos el césped no porque le duela a la hierba, sino para que todos
puedan disfrutar de bellos jardines. Si no matamos sin necesidad a una
hormiga, debe ser porque no es digno del hombre matar sin necesidad.
Destruir lo bello y lo bueno sin una razón que lo justifique... todos
intuimos que va contra nuestra dignidad. Incluso un niño a quien aún
nadie se lo explicó, lo sabe. Por tanto, es bueno cuidar la naturaleza
y respetar sus leyes, porque ese comportamiento afirma la dignidad
humana. Además, no cultivo las rosas por las rosas, sino para poder
regalar las más hermosas a mi madre. Las flores no necesitan de mi
respeto, pero las personas sí tienen derecho a ver flores bonitas.

A los que nos impacientamos a veces un poco en el tráfico de
las grandes ciudades, se nos antoja "salir a la naturaleza".
Experimentamos que conquistar y contemplar las altas montañas nos
inspira paz y hace descansar. Descubrimos que hay en la naturaleza
algo de la armonía que buscamos, y es comprensible que nazca en
nosotros el deseo de vivir en armonía con la naturaleza. Podemos
ignorar de dónde vienen las leyes, el orden y la grandeza que
admiramos. Pero lo maravilloso es que, a diferencia de los pájaros o
los árboles, nosotros, queriendo ordenar nuestra vida, tenemos la
capacidad de conocer de dónde viene el orden y seguirlo libremente.
Los árboles y pájaros necesariamente obedecen ciegamente ese Orden,
esa Sabiduría y sus leyes. Ciertamente el orden que rige nuestra vida
humana es un poco más complicado, no se reduce a leyes biológicas y
físicas, pero de todas formas podemos descubrirlo y respetarlo por
decisión personal.

Magda Figiel
Mujer Nueva

La voluntad humana

El océano todo un abismo

En las primeras décadas del siglo XIX, los pueblos y países se
aproximan con más rapidez que antes en milenios. La llegada del
ferrocarril, del buque a vapor y, poco después, del telégrafo, suponen
un cambio gigante en el ritmo y la medida de la velocidad con que se
mueven las personas o las noticias.

A ese avance imparable se opone, sin embargo, un gran
obstáculo. Mientras las palabras se propagan al instante de un extremo
a otro de Europa, e incluso de Asia, gracias a los aisladores de
porcelana colocados en los postes telegráficos, es imposible
transmitir a través del mar. Y aunque en 1851 se logra unir Inglaterra
con el resto de Europa mediante un cable submarino, la posibilidad de
hacer lo mismo cruzando todo el Atlántico parece a todos una utopía
irrealizable. Cualquier comunicación entre Europa y América supone al
menos dos o tres semanas de navegación.

En aquellos años primeros de la electricidad, casi todos los
factores permanecen aún ignorados: nadie ha medido la profundidad del
mar, se desconoce la geología de sus fondos, no se sabe si un cable a
semejante profundidad logrará soportar las tremendas presiones
abisales, no existen barcos capaces de transportar la carga que
suponen los casi cuatro mil kilómetros de cable, y además, nadie
asegura que una señal eléctrica pueda mantenerse a lo largo de una
distancia semejante. Todos consideran la idea como un imposible.
Éxito aparente a la tercera

Pero, como escribió Stefan Zweig relatando este episodio
memorable, para que se realice un milagro, o algo milagroso, siempre
ha sido preciso como primera condición que alguien tenga fe en ese
milagro. En 1854, un joven empresario de 35 años llamado Cyrus W.
Field, lleno de entusiasmo, se propone unir los dos continentes
mediante un cable submarino, y con una energía dispuesta a vencer
cualquier obstáculo pone manos a la obra.

Field busca el enorme capital necesario, acondiciona los
buques, pone en marcha la fabricación del cable y hace una primera
tentativa en agosto de 1857, que fracasa por una fortuita rotura del
hilo metálico: un insignificante error técnico malogra el trabajo de
años. Al verano siguiente vuelve a intentarlo, pero esta vez será una
enorme tempestad quien frustre de nuevo el proyecto, pues diez días de
tremendo temporal dejan dañados tanto uno de los buques como algunas
de las grandes bobinas que llevaba en sus bodegas, con lo que no hay
suficiente cable para cubrir la distancia requerida. El tercer viaje,
que se realiza un mes después, tiene que superar fuertes presiones de
la mayoría de los inversores, que consideran mejor vender el cable que
queda y renunciar a un proyecto que ven cada vez más arriesgado. Pero
la travesía termina con un éxito espectacular, pues se logra enlazar
el cable sin contratiempos y Field es recibido en América en medio de
grandes festejos y celebraciones.
La voluntad humana

Sin embargo, a los pocos días el telégrafo deja de funcionar.
El descomunal entusiasmo, la ola apasionada del júbilo, se convierte
de repente en otra de maliciosa amargura e inculpación contra Field,
que tiene que esconderse como un criminal de quienes ayer eran sus
amigos y admiradores.

Por espacio de seis años el cable permanece olvidado en el
mar, y el proyecto más audaz del siglo XIX vuelve a convertirse en una
leyenda. Nadie piensa en reanudar la obra lograda a medias. Parece que
la terrible derrota había paralizado todas las fuerzas y ahogado todo
entusiasmo. Sin embargo, en 1865 el proyecto se relanza de nuevo. Aun
cuando fracasa la primera tentativa, y dos días antes de llegar a la
meta el cable se rompe y el océano se traga otra vez 600.000 libras
esterlinas, al verano siguiente, el 27 de julio de 1866, el proyecto
es coronado por el éxito definitivo.

Este episodio es una prueba más de cómo el valor ingenuo de un
hombre sin experiencia puede encerrar un gran impulso creador,
precisamente en las ocasiones en que todos los entendidos titubean. La
nueva fuerza milagrosa de la época, la electricidad, se mezcló con el
elemento dinámico más fuerte de la naturaleza: la voluntad humana.

Alfonso Aguiló
www.hacerfamilia.es

La personalidad y el entorno

Menos teorías y más hechos
En un reciente congreso de filósofos y pensadores de ámbito
internacional se analizaron diversas cuestiones relativas a las
corrientes de pensamiento actualmente más en boga. Una de las
conclusiones más unánimes se refería a algo que quizá, a primera
vista, puede parecer muy simple. Podría resumirse en que el atractivo
de la persona individual tiene mucha fuerza, más que las doctrinas y
que las ideologías.

Que lo normal es seguir a las personas, más que a las ideas. Y
ese natural deseo de emulación, muchas veces casi imperceptible, no es
algo que se reduzca a los niños, o al seno de la familia, o a la
educación.

Siempre, pero quizá más en tiempos de controversias ante los
valores, emerge con fuerza inusitada el hombre concreto, el modelo
individual. Más que ideas generales, se buscan modelos humanos vivos,
personalidades concretas que sirvan de referencia. Se escriben y se
venden infinidad de biografías. Se buscan vidas que, por su categoría
humana o espiritual, sean dignas de admirar o imitar. La gente no
quiere teorías, busca la elocuencia de las obras.

A la hora de pensar cuáles son los modelos humanos con los que
tienen oportunidad de identificarse nuestros hijos, podríamos analizar
algunos aspectos interesantes.
Los primeros formadores

Por ejemplo, Chesterton decía que los profesores son las
primeras personas adultas distintas de sus propios padres que el niño
conoce con cierta continuidad. Y que, por tanto, de ellos es quizá de
quienes más aprenda a hacerse adulto. Desde luego, una razón de peso
para elegir bien el colegio al que va.

Primero sus maestros, y después sus profesores, tienen un gran
protagonismo en su educación. Porque hasta el simple trato humano
tiene ya un gran poder formativo o deformativo.

De todas formas, quizá de unos años a esta parte ha aumentado
la influencia de otros muchos modelos. Un deportista famoso, una
cantante, o el protagonista de una película o de una serie de
televisión, pueden producir en los chicos una fuerte tendencia a
asumir detalles que consideran atractivos en el carácter de esas
personas. Y lo malo es que a veces esos modelos son muy poco
positivos.

Quizá de ahí arranque la falta de pautas morales válidas en la
vida de algunos jóvenes. Es decisivo que quien está a punto de ser
hombre o de ser mujer tenga ante sus ojos modelos atractivos y
logrados, de modo que adquieran así criterios de estimación válidos.
El entorno es muy importante.

A veces lo notan los padres cuando sienten, con dolor, que
parece que a los ojos de sus hijos lo menos importante es lo que dicen
sus padres. Es una actitud muy propia del adolescente y contra la que
resulta difícil luchar de frente. Quizá de modo indirecto puede
hacerse más. Muchas veces no basta con charlar con ellos y procurar
hacerles razonar, porque quizá su autosuficiencia adolescente les
retrae de hablar confiadamente con sus padres.

Un entorno favorable

¿Qué hacer entonces si los hijos son ya adolescentes? Por tu
parte, todo lo que puedas; pero quizá, considerando esto de los
modelos y del entorno, procura también que tus hijos tomen contacto
con personas que puedan hacerles bien. Por ejemplo, resumiendo lo que
hemos tratado, puede ser positivo:
procura elegir bien el colegio y habla con frecuencia con el preceptor o tutor;

haz algo por ir conociendo a sus amigos, para poder así darle de vez
en cuando algún buen consejo, delicadamente y respetando su libertad;

procura, siempre que sea posible, que la televisión se vea en casa de
modo familiar: una película bien elegida puede ser una espléndida
ocasión para provocar una tertulia donde conozcamos el modo de pensar
de nuestros hijos y el eco que tiene en ellos lo que han visto;

aplica tu imaginación para que los chicos tomen contacto con ideas y
actitudes sensatas;

haz lo posible para que se muevan en un ambiente favorable al buen
desarrollo de su personalidad: por ejemplo acudiendo a un club juvenil
donde puedan pasarlo bien de forma sana, hacer buenos amigos en un
ambiente adecuado y recibir una ayuda en su formación;

evita esos lugares de vacaciones o de fin de semana donde resulta tan
fácil verse envuelto en un ambiente de personas con planteamientos
inadecuados sobre los modos de divertirse (es sorprendente el
porcentaje de alumnos que vuelven irreconocibles a clase después de un
verano desafortunado); etc.

Si en las edades clave falla el entorno, de poco sirven los
razonamientos teóricos con los hijos. Decía Confucio que no son las
malas hierbas las que ahogan la buena semilla, sino la negligencia del
campesino. Un colegio equivocado, un lugar de veraneo de bajo nivel
moral, o una indigestión habitual de televisión indiscriminada, por
ejemplo, pueden echar por tierra muchos esfuerzos hechos en casa por
mantener limpias las mentes de los chicos.

Si no se actúa sobre el entorno, puede suceder como en aquel
dicho del cadáver en la piscina: "Mientras no se saque el muerto, de
poco vale echar cloro".

Alfonso Aguiló
www.interrogantes.net

La retórica victimista

Inseparable del hombre        

Tratar de eliminar el sufrimiento a toda costa significa casi siempre agravarlo, pues a medida que se huye de él nos va ganando terreno. Hay un curioso fatalismo en esa obsesiva alergia al más mínimo dolor (no muy distinto al de la resignación pasiva y tonta ante la desgracia), pues, aun siendo lógico y sensato evitar el sufrimiento inútil, hay una dificultad vital inherente a nuestra condición de hombres, una dosis de riesgo y de dureza sin los que la existencia humana no puede desarrollarse con plenitud.
        Quiero con esto decir que nuestros reveses, nuestros pequeños naufragios, hasta nuestros peores enemigos, nos ayudan a curtirnos, nos obligan a activar en nuestro interior yacimientos de dinamismo, de coraje, de habilidades insospechadas. La fortaleza del carácter de una persona, su valía, tiene bastante relación con la cantidad de dificultades que esa persona sabe encajar sin sucumbir. Los obstáculos y las contrariedades le invitan a superarse, le impulsan a elevarse por encima del temor y la pusilanimidad.

        Una vida pródiga en dificultades suele producir personalidades más ricas que las que han sido formadas en la comodidad o la abundancia. No es que haya que desear la miseria o la contrariedad, pero es peligroso llevar una vida demasiado cómoda, o ablandarse demasiado ante las propias penas, o encerrarse en el papel de víctima.
 
Para crecer        

Decir que uno sufre mucho cuando objetivamente apenas se está sufriendo, es quedar desarmado antes de entrar en batalla, hacerse a uno mismo incapaz de afrontar un sufrimiento verdadero. Quienes tienden a pensar así necesitan salir de ese error alimentando pensamientos que estimulen su energía interior, que generen alegría y entusiasmo. Tienen necesidad de cultivar la vivacidad, el dinamismo, una valentía serena.

        A la retórica victimista, que tiende a agotarse con sólo explicarse a sí misma, hay que responder buscando soluciones razonables, alternativas viables. Y para eso hay que empezar por expresar las dificultades en términos que admitan la propia superación. Porque uno de los primeros efectos de la tediosa machaconería sobre los propios problemas es que nos impide distinguir bien entre lo nosotros podemos cambiar y lo que está fuera de nuestro alcance: en la obsesión victimista todas las adversidades se viven como una sentencia inapelable de un negro destino.

        El hombre se hace grande cuando no permanece encastillado dentro de sí, sino que se empeña en algo que le lleva a superarse. Cuando se rinde ante los efluvios del conformismo, se rebaja; cuando se refugia en el egoísmo, se rebaja también. Si se obsesiona por protegerse hasta de la más mínima contrariedad, se acabará encontrando de bruces con una fragilidad vital que ahoga y abruma.
 
Las pasadas desgracias        

Hay otro estilo victimista mucho más hostil, que en nombre de las desgracias del pasado, de todo lo que está sufriendo o ha sufrido con anterioridad, se arroga una especie de patente de inmunidad con la que justifican una actitud agresiva, o incluso violenta.

        Para esas personas, invocar el recuerdo de las desgracias pasadas es como una inmensa caja de caudales sin fondo de donde extraen un flujo inagotable de resentimientos, o incluso de ira, odio y deseo de venganza. Y si alguien reprocha su actitud, a lo mejor admite que lo suyo no es muy ejemplar, pero enseguida replica que sus padecimientos pasados le han ganado el derecho a esa leve incorrección, o al menos la disculpan.

        Su susceptibilidad les lleva a reaccionar con crispación ante la más mínima crítica. El menor reparo que se ponga a sus acciones es inmediatamente elevado a la consideración de gran ofensa. Enseguida ven malas intenciones en las personas que están a su alrededor y, progresivamente, en todo el mundo. Por doquier intuyen complots y hostilidad. Están persuadidos de ser objeto de desprecios y vejaciones sin tregua ni descanso. En los casos más extremos, piensan que el mundo entero los sataniza (he ahí la curiosa paradoja del satanizador satanizado) y, aquejados de una sorprendente megalomanía, tienen constantemente presente el pensamiento de la conspiración.
 
Complejo de perseguido        

El síndrome del complot suele designar un culpable, y origina dos posibles actitudes. De renuncia y pasividad (para qué hacer nada si una fuerza tan poderosa está tramando tales cosas contra nosotros), o bien de agresividad contra el supuesto culpable.

        Lo peor es cuando estos síndromes de persecución se traducen en airadas acusaciones contra los supuestos ofensores, pues suelen ser como el aviso de comienzo de una jugada maestra: acusar de una ofensa —ficticia—, sencillamente para anticipar la que —bien real— pretenden ellos llevar a cabo. A partir de ahí, envuelven su agresión con un manto de candidez: lo único que hacen es defenderse.

        Uno de los peores inconvenientes de todo esto es que la idea de la conspiración es difícilmente refutable, pues resulta muy fácil dar la vuelta a cualquier argumento transformándolo en prueba de la omnipotencia o sutileza de los conspiradores. Además, sentirse víctima de una conspiración es una tentadora y sugerente manera de eludir la crítica, y para algunos supone un curioso consuelo añadido: creerse suficientemente importantes como para que unos malvados pretendan arruinar su vida.
 
Puede ser contagioso        

Otro nefasto efecto de este fenómeno del victimismo agresivo está en que, al suscitar una mentalidad de venganza, cuando ésta se lleva a cabo induce con facilidad reacciones similares en el otro, que se siente también —y casi siempre con más razón— víctima inocente de una agresión. De esta manera, el veneno del victimismo se inocula en el otro con la pelea, y va extendiéndose en cada nuevo escalón del resentimiento: cuánta razón teníamos en sospechar que era un sinvergüenza, fíjate lo que nos ha hecho. Se produce así un mimetismo victimista, que confiere a las dos partes enfrentadas la misma impresión de ser personas eterna e injustamente maltratadas.

        Cuando se invocan padecimientos pasados para justificar actitudes que, por mucho que se adornen, respiran el hedor del resentimiento y el deseo de vengarse, lo más sensato es desconfiar de esas personas: lo más probable es que busquen cargarse de argumentos para repetir, en cuanto puedan, las mismas acciones que lamentan haber sufrido.
 
No remover el pasado        

Tener presente los dolores del pasado es, en principio, algo enriquecedor. Pero esa memoria puede pervertirse si se deja impregnar de rencor o enemistad. Cuando el recuerdo nos lleva de forma obsesiva a reavivar viejos sufrimientos, a reabrir heridas del pasado buscando legitimar un oscuro deseo de resarcimiento, entonces la memoria se vuelve esclava del agravio, y se convierte en una potencia que reaviva tensiones, exacerba la animosidad, e incluso reconstruye el pasado o lo reescribe acumulando supuestos motivos a su favor.

        Si las personas o las familias o los pueblos se dedican a rumiar sus dolencias respectivas, será difícil que vivan en paz y concordia. Cuando se hurga morbosamente en el pasado, siempre se encuentran perjuicios que alegar, razones por las que desenterrar el hacha de guerra de la violencia, el desprecio o la falta de solidaridad.

        Siempre se pueden encontrar motivos por los que sentirse incapaces de superar las desavenencias recíprocas. Para vivir en buena sintonía con los demás, debemos trazar una raya sobre nuestras disensiones de antaño, dejar que el pasado entierre los odios y sus pendencias. No se trata simplemente de olvidar, sino de perdonar y de aprender a evitar que se repitan esos errores, de oponerse con firmeza a ellos. El perdón es lo que deja paso al presente y al futuro, a quienes no desean cargar sobre sus hombres con el terrible peso de los antiguos resentimientos.
 


Alfonso Aguiló
www.interrogantes.net

El amor vence hasta el más aguerrido sufrimiento

 
Una dura situación        

Hace unos días, me encontraba en el segundo piso de un hospital en la Ciudad de México en la sala de terapia intensiva. Me habían puesto una bata de tela azul, en la cara llevaba una mascarilla, unos guantes en las manos y otras cubiertas en los zapatos. Recorrí un pasillo largo lleno de cubículos individuales a ambos lados. Dentro de cada uno había personas acostadas conectadas a máquinas, la mayoría dormía. No se bien cuántos de ellos estaban en coma –esperando despertar de su sueño incierto–, ni cuantos de ellos se reponían felizmente de una exitosa operación. No podía detenerme a mirar a cada uno, el guardia que me dirigía iba de prisa para indicarme el cuarto que buscaba. Por fin, el joven se detuvo y me indicó con su dedo el cubículo, y en voz baja me dijo: "aquí esta su padre". No podía dar crédito a lo que mis ojos estaban viendo: aquel hombre que en su momento era fuerte, robusto, alto, chapeado y siempre alegre, hoy era un cadáver mal herido, al filo de la muerte. Estaba con un catéter que iba del cuello hasta el corazón, sondas en la nariz, en la boca, respirador, suero en los dos brazos y por todo el cuerpo le salían cables conectados a unas máquinas que de manera continua hacían ruidos indicando su estado de vida. 
Convicciones admirables        

Mientras le veía, pensaba en todo el tiempo que llevábamos luchando a su lado –más de 5 años–. Recordaba cómo habíamos iniciado esta etapa con gran fuerza: toda la familia apoyando y los amigos haciéndose presentes. Pero con el paso de los días, los meses, los años, la rutina y el cansancio tocaron a las puertas de la casa.

        La acción entraba cuando teníamos que salir corriendo al hospital o en busca del doctor porque "mi viejo" se nos venía abajo. Tengo que reconocer que en algunos momentos de mayor dificultad, me llegaron a "doler" mis propias convicciones sobre: la dignidad de la persona humana, la defensa de la vida, la lucha contra la eutanasia, la importancia de la alegría en medio del dolor, el papel primordial de la familia acompañando al enfermo, y todo el cariño, la paciencia y los cuidados que merece el enfermo.

        En todo este tiempo, puede conocer a varias esposas, hijos, padres que sufrían enormemente porque algún ser querido estaba agonizando o llevaba tiempo sin despertar de su "sueño misterioso".
 
Todos somos de carne y hueso        

En algunos momentos, ni yo misma me sentía con fuerza para poder animar a estas personas y sembrar un poco de esperanza en su interior. ¿Dónde estaba mi garra? ¿Dónde la fuerza que hasta hacía poco me sostenía y animaba detrás del ordenador respondiendo y elaborando artículos?

        Quizá el dolor y la pena eran los sentimientos que más prevalecían en esos momentos. Temía el momento en el cual tuviéramos que recurrir a alguna terapia extraordinaria para sostenerle en vida, y más aún, el momento en que la decisión quedara en nuestras manos.

        Una cosa sola tenía clara: a "mi viejo", le acompañaríamos hasta el final –fuera el que fuera– habiéndole dado lo mejor de cada uno de nosotros. Un padre invierte toda su vida por sacar adelante a su familia, y solo él sabe cuántos sacrificios y horas amargas ha tenido que pasar por regalarnos un poco de felicidad. Ahora nos correspondía a nosotros "estar" con él.
 
Hoy por ti y mañana por mí        

Es desconcertante ver el paso del tiempo y la enfermedad en la vida de una persona. "el que antes era… ahora está postrado en una cama, dependiente hasta de lo más mínimo para sobrevivir". Y sin embargo, ese "hombre" continúa siendo tan respetable como antes. Su dignidad adquiere una dimensión especial. Si de natural el hombre posee una primacía que le hace respetable y superior a las demás especies, en estos momentos merece de nosotros un trato amable, un trato digno de ser humano. Es en estos momentos cuando necesita de una mano amiga que le haga su sufrimiento más ligero y llevadero. Y es aquí donde entra el cuidado ético de médicos y familiares: la lucha y el respeto por la vida, el acompañamiento, la asistencia en el dolor.

        No se trata de aferrarse egoísta e inútilmente a la vida, pero si de hacer lo más llevadero posible los días que nos resten.
 
Es un valor y una fuerza indiscutible        

Me crucé con muchas mujeres, y me di cuenta de la "fuerza y el aguante" que poseen. Es verdaderamente sorprendente. Los detalles que acompañan y embellecen sus obras tiene un poder mágico y curativo: Pude ver cómo las palabras de una madre reconfortan el corazón más débil y abatido, su presencia fortalece al enfermo, sus cuidados son bálsamo para el alma abatida por el dolor, su hombro el mejor consuelo en las horas de llanto. Pude constatar también como el cariño de una hija es el regalo más valioso para un padre, sus cuidados la recompensa mayor a sus sacrificios y desvelos, su trato amable y su sonrisa el aliciente en la lucha por la vida. Y no digamos el papel de la esposa al lado del marido que yace en el dolor: lección de amor perenne que acrisola y hace fuerte la promesa de amor que un día se hicieron.

        Grandes lecciones se sacan de la enfermedad y la prueba siempre que vayan acompañados de un amor que les dignifique y haga fuerte. Un amor que no es un sentimiento que hace "revolotear" el corazón, hablo de un amor traducido en dedicación, paciencia, amabilidad, cuidados. Un amor que madura y hace bella la relación. Y con el paso de los años, cuando la enfermedad toca a la puerta, se es capaz de recibirla con el interior en paz –no sin dolor y sin pena– pero con un corazón tranquilo, porque se sabe acompañado, querido y respetado por los suyos.
 
Lo que marca la diferencia        

Felizmente pude ver premiada la lucha de varias personas y constaté como la profundidad de su dolor se transformaba en dicha y felicidad. Vi a otros recibir la muerte en el lecho de su dolor y a otros más les dejamos en ese combate por la vida. Confirmé como cuando el enfermo es tratado y visto con respeto y dignidad, es más llevadero su sufrimiento, pues tienen una fuerza más grande para luchar.

        ¡Qué diferente experiencia cuando la enfermedad se enfrenta con pesimismo! Los días se hacen eternos, la lucha un trago insoportable… hasta llegar a desear la muerte de aquel ser que algún día ocupaba parte importante en nuestras vidas.

        Matar nunca es una solución y aún menos el suicidio. El reto social y médico está en el desarrollo de una Medicina Paliativa eficaz, que admita la condición doliente del ser humano y que procure el control del dolor y el alivio del sufrimiento.
 
Nunca la opción más sencilla        

La verdadera alternativa a la eutanasia y al encarnizamiento terapéutico es la humanización de la muerte. Ayudar al enfermo a vivir lo mejor posible el último periodo de la vida. Es fundamental expresar el apoyo, mejorar el trato y los cuidados, y mantener el compromiso de no abandonarle, tanto por parte del médico, como por los cuidadores, los familiares, y también del entorno social.

        Muchos casos de petición de eutanasia se deben a una "medicina sin corazón". La eutanasia se basa en la desesperación y refleja la actitud de "ya no puedo hacer nada más por usted". Hay que ayudar a vivir, pero no siempre es fácil; también habrá que dejar morir, pero matar es una solución demasiado sencilla. La respuesta ante la petición de eutanasia no es la legalización sino una mejor educación y atención sanitaria y social.
 

Yuri Otaolaurruchi
Mujer Nueva

Educar en la pradolescencia


Es frecuente que con la llegada de la adolescencia se produzcan unos signos de alarma en la educación de los hijos que preocupan enormemente a sus padres. El problema es que entonces muchas veces ya es un poco tarde para aplicar remedios eficaces.

 
 

Lo hecho hasta entonces        

Se habla y se escribe mucho sobre las diversas soluciones para las crisis del adolescente, pero todas valen de poco si su tratamiento no comenzó desde mucho antes. Serían catorce o quince años de educación difíciles de rectificar de la noche a la mañana.

        Cuando se busca qué tienen en común las familias que han tenido éxito en la tarea de educar, casi siempre aparece un factor que se repite: establecieron un plan claro de educación de sus hijos desde muy pequeños.

        La mayor parte de los problemas que se van a presentar podrán detectarse antes de que lleguen a serlo realmente: es cuestión de actuar a tiempo.
 
Cada uno es como es        

—Pues yo a veces pienso que cada uno es como es, desde su nacimiento. Mis hijos, por ejemplo, que son aún pequeños, se han educado en el mismo ambiente, y sin embargo son muy distintos unos de otros. Eso demuestra que esto de la educación es algo bastante relativo.

        —No te digo que no. Es verdad que cada uno es como es. Pero me imagino que no querrás abandonar a la ventura su educación con esa excusa. Un chico de diez o doce años es todavía un interrogante abierto, está aún muy por hacer, y de la educación que reciba dependerá en mucho su futuro.
Ciertamente hay mucho impreso en él ya desde su nacimiento, pero coincidirás conmigo en que vale la pena esforzarse por educarle, y que ese esfuerzo aporta más que la simple herencia genética.
 
No hay recetas mágicas        

—En eso estamos de acuerdo; si no, no estaría leyendo este libro. Lo que te pido por favor es que no me vengas con fórmulas mágicas, porque si las hubiera ni se leerían estos libros ni estarían las cosas como están.

        —Descuida. No lo haré. No hay recetas mágicas; o, si las hay, por lo menos no existen formas fáciles de llevarlas a la práctica. Sería como preguntar a un campeón de ajedrez o a un gran futbolista cuál es la clave de su éxito. Lo normal es que no obedezca a una buena jugada como tal, sino a un conjunto de ideas que ha sabido conjugar acertadamente.
Hay que lograr combinar, pues, cada uno a su manera, las diversas premisas básicas en educación. Como sucede con el pintor, que casi nunca emplea colores netos, sino que los mezcla en la paleta hasta lograr un resultado final lleno de personalidad.
 
La innegable influencia        

—Y sé positivo también, por favor. También procuraré serlo, porque la educación ha de estar siempre presidida por el optimismo acerca de la capacidad de cambiar que tiene el hombre.

        —Educar ha de ser una labor creadora y positiva, pues –como ha escrito C. S. Lewis–, el objetivo del educador no puede ser talar bosques, sino fertilizar desiertos. Y este es el tono que desde el principio quiere tener este libro.

        —La calidad de vida de una persona depende en mucho de su educación. Es algo fundamental para el bienestar individual y colectivo. El chico será feliz y estará preparado para el futuro –eso es lo que pretendemos– si quienes estamos comprometidos en su formación logramos inculcar en él ideas sanas, criterios sensatos y valores adecuados. La gente más feliz no es la que más dinero tiene, ni la más dotada por la naturaleza, ni la que disfruta de más comodidades. A veces, incluso esos son los más insatisfechos.

        —Aprender a ser feliz requiere toda una capacitación, una educación de la interioridad personal. Su felicidad dependerá en gran medida de cómo se desenvuelva más tarde en un ambiente que muchas veces será permisivo y difícil. Y la preparación para esa etapa ha de empezar mucho antes de la pubertad: así lo han comprobado en su propia carne muchos padres, después de llevarse un buen disgusto.
 
Hay que aprender para saber        

—Oye, y si tanto depende de cómo se educa, ¿por qué hay padres fenomenales con hijos que son un desastre, y padres caóticos con hijos encantadores?

        —Aunque esos casos parezcan muy numerosos, son proporcionalmente pocos. Lo normal es que los hijos salgan a sus padres: de tal palo, tal astilla.

        —Lo que es una lástima –y sí es más frecuente–, es encontrarse con padres que son buenos y ejemplares, pero que no se han esforzado por aprender la ciencia y el arte de educar, y no les ha ido nada bien.

        —El esfuerzo por educar siempre tiene su premio. Además, su primera consecuencia es que hace mejorar al educador como persona. Sólo por eso ya merece la pena tomárselo muy en serio.
 


Alfonso Aguiló www.vidadefamilia.org

“La ONU silencia lo que le interesa en la prevención del SIDA”


Lamenta un experto en salud pública Jokin de Irala, doctor en Medicina y profesor de la Universidad de Navarra, denuncia que el último informe de ONUSIDA camufla los logros de los programas basados en la fidelidad y el retraso en la primera relación sexual.

 

Detener el SIDA. Mantener la promesa. Éste es el título del último informe de ONUSIDA, el programa de las Naciones Unidas para luchar contra la enfermedad y el virus que la provoca. Jokin de Irala, experto en salud pública y doctor en Medicina, denuncia que el organismo "no mantiene promesas" y "silencia lo que le interesa" cuando se refiere a la prevención. El también profesor de la Universidad de Navarra analiza el documento en un completo escrito publicado en DIARIO DE NAVARRA el pasado 1 de diciembre y recogido también parcialmente por ACEPRENSA. Entre sus conclusiones, De Irala lamenta que "existe un auténtico prejuicio o pánico en pronunciar las palabras retraso en el inicio de relaciones sexuales o fidelidad". En esta línea, añade que "se intenta camuflar sus logros y se evita hacer un esfuerzo real para aplicarlos en la práctica. Posiblemente no consigamos revertir la pandemia de SIDA hasta que la abstinencia y la fidelidad formen genuinamente parte de todos los programas de prevención llamados integrales".


        El doctor recuerda el punto 52 de la Declaración de Compromiso sobre el VIH/SIDA, firmada en junio de 2001 por la Asamblea General de las Naciones Unidas (www.un.org/ga/aids ) y donde se anima explícitamente "al comportamiento sexual responsable, incluyendo la abstinencia y la fidalidad", así como "el acceso a productos esenciales, incluyendo los preservativos masculinos y femeninos". Pues bien, como recuerda Jokin de Irala en su análisis, ONUSIDA ha mutilado este mandato limitándose a animar "al comportamiento sexual responsable, expandiendo el acceso a preservativos masculinos y femeninos". Es, para el catedrático, un "resumen" de lo más irresponsable.
 
Omisión de algunos autores         Por otro lado, el experto denuncia que, al hablar del éxito logrado por programas de prevención en países como Uganda o Kenia, donde se han aplicado los principios de fidelidad y abstinencia, ONUSIDA se limita a decir que "en ambos países es probable que los cambios comportamentales hayan contribuido a esas tendencias". Para argumentar lo que considera una tergiversación, Jokin de Irala recuerda que "los casos de VIH/SIDA no suelen disminuir a menos que se hayan adoptado también los comportamientos A (retraso en el inicio de las relaciones sexuales) y B (fidelidad), dentro de la estrategia de prevención conocida como ABC".


        En otra de sus reflexiones, el profesor se muestra sorprendido de que, "entre sus aproximadamente 300 citas bibliográficas, ONUSIDA no haya considerado pertinente citar a ninguno de los autores, como Green, Low-Beer, Stoneburner o Hearst, que han publicado estudios recientes sobre la eficacia de los componentes A y B, así como estudios cuestionando la eficacia global de las campañas centradas únicamente en los preservativos".
 
Campañas no claras         Sobre las campañas publicitarias que se han lanzado últimamente en España, especialmente la de 2004 con el lema Por ti y por todos, úsalo, Jokin de Irala asegura que son iniciativas de administraciones públicas que "asumen la promiscuidad sin decir nada en contra". También comenta que, "según datos oficiales, la mayoría de los españoles desconocen que evitar la promiscuidad es crucial para evitar el SIDA", y califica de error o prejuicio "no hacer campañas claras y contundentes desaconsejando la promiscuidad por miedo a ser moralizantes".


        El experto en salud pública pone el ejemplo del alcohol como otro argumento básico. "A pesar de haberse encontrado evidencias científicas de que el consumo moderado de alcohol es beneficioso para algunos varones, se recomienda no anuncian a la población que es bueno para la salud, porque podríamos asistir a problemas colaterales debido a su consumo inadecuado o abusivo, como un aumento de los accidentes de tráfico en jóvenes, del alcoholismo o la cirrosis", explica. Por lo que respecta al SIDA, De Irala recuerda que "se está dando el mismo mensaje a la persona que comercia con el sexo o al usuario de drogas que al joven de 13 años que no ha tenido todavía relaciones sexuales".
 


Mª Victoria Giménez
www.forumlibertas.com

Clonación y grandes esperanzas


Las sospechas, finalmente confirmadas, de que Hwang Woo Suk falsificó su famoso estudio sobre células madre embrionarias, ha movido a la comunidad científica a reflexionar. Los temas de examen son si existen hoy demasiados incentivos para el fraude, cómo puede publicarse un trabajo adulterado en una revista de primera fila sin que se detecte el engaño, y el papel de los medios de comunicación. 
          Según el trabajo publicado en la edición digital de "Science" el 19 de mayo (el 17 de junio en la edición impresa), Hwang había obtenido once líneas de células madre a partir de embriones clónicos, genéticamente idénticos a nueve enfermos. A su vez, los embriones (aunque Hwang decía que eran solo masas celulares) se habían creado con óvulos donados, a los que se había extraído los núcleos para sustituirlos por los de células de los pacientes.

        Ahora resulta que eso no era verdad. Primero se descubrió que parte de los óvulos habían sido obtenidos de forma irregular, donados por subalternas de Hwang en el laboratorio o por otras mujeres a cambio de dinero, cosa que Hwang acabó por reconocer, después de haberlo negado durante meses. Luego, una investigación de la Universidad Nacional de Seúl, donde trabajaba Hwang, descubrió que en el experimento solo se habían obtenido dos líneas celulares, y que se manipularon los datos para hacer creer que eran once. El comité de investigación comprobará si las dos líneas manejadas son realmente clones de pacientes. También revisará los otros dos célebres trabajos de Hwang: el de la primera clonación humana, aparecido el año pasado en "Science", y el del primer perro clónico, publicado por "Nature" en agosto último.

        Hwang admitió las manipulaciones pocas horas después de que el comité de investigación las diera a conocer, y renunció a su puesto de profesor en la Universidad. Pero mantuvo que, pese a todo, había desarrollado el único método existente hasta ahora para obtener células madre clónicas. Sin embargo, el comité hace una corrección significativa al respecto. Un gran escollo para la clonación llamada "terapéutica" es la dificultad de conseguir suficientes óvulos, pues con cada tratamiento de estimulación ovárica solo se pueden obtener unos diez por donante. Hasta ahora se creía que Hwang había logrado aumentar mucho el rendimiento, pues en 2004 había necesitado 242 óvulos para crear un embrión, y en 2005 dijo haber sacado once líneas celulares a partir de 185 óvulos. Ahora sabemos no solo que las líneas conseguidas son a lo sumo dos, sino además que –como también ha descubierto el comité de investigación– en el experimento se usaron muchos más óvulos, en número aún no determinado.

Carrera hacia la fama

        Conocido el fraude, se buscan explicaciones. Muchos señalan el exceso de competitividad y las grandes sumas de dinero en juego, que fomentan la figura del científico "vedette". La investigación es un trabajo paciente y oscuro, que por lo general rinde frutos a muy largo plazo. Pero también es cara, y –vanidad y codicia humanas aparte– exige atraer y mantener el interés de las fuentes de financiación, que no siempre están dispuestas a esperar tanto. A la vez, la fama, los premios y las patentes se reservan para el que llega primero. De modo que hay una "presión enorme para ser extremadamente productivo y estar en cabeza", dice Donald Kennedy, director de "Science" ("International Herald Tribune", 23-12-2005).

        Quizá Kennedy podría decir algo parecido de su propia revista. También a las publicaciones científicas puede alcanzar el afán de llegar antes que los competidores, pues no es lo mismo publicar una primicia que el segundo experimento con éxito. Y esta prisa es evidente en el caso de la clonación "terapéutica". En torno a este campo, que "Science" ha recomendado en su página editorial, se han sembrado exageradas esperanzas de hallar remedio a la diabetes, el alzheimer, la parálisis por lesión medular… Se ha buscado así el apoyo del público, sin decirle que las posibilidades de éxito son inciertas y que las terapias, si llegan, están aún muy lejos.

        Pero algunos quieren tener pronto algo que enseñar, sin resignarse a pasar primero largos años ensayando con modelos animales. Hwang, a los que le reprochaban que iba demasiado deprisa, contestaba que enfermos desesperados estaban aguardando ayuda, y sería inmoral abandonarlos. Sus éxitos rápidos le convirtieron en un héroe nacional y le valieron generosas subvenciones del gobierno coreano.

Revisión fallida

        La siguiente cuestión es cómo la criba de "Science" dejó colar semejante impostura. El trabajo firmado por Hwang y otros 24 autores pasó por tres revisiones y tardó dos meses en recibir el visto bueno, un mes menos que la media. El problema, explicaba la directora ejecutiva de "Science", Monica Bradford, es que los revisores dan por supuesto que los datos son verdaderos, y se limitan a comprobar si los datos sustentan las conclusiones ("New York Times", 18-12-2005).

        Aun así, llama la atención, como señalaba la profesora de bioética Laurie Zoloth unos días antes de que se confirmara la trampa, "cómo una sola persona [Hwang] pudo haber engañado a los 24 colaboradores que firmaron con él el estudio, todos los cuales en su día parecían dispuestos a reconocer el trabajo como propio" ("ibid".). Parte de la explicación es que Hwang había distribuido a sus colaboradores en distintos equipos, cada uno especializado en una fase del proceso de clonación. Gracias a esta división del trabajo, que mereció la admiración de otros científicos, solo Hwang y posiblemente unos pocos más conocían la verdad. La mayoría de los coautores del estudio no habían visto nunca las células clónicas que Hwang decía haber obtenido.

        El caso de uno de ellos, Gerald Schatten (Universidad de Pittsburgh), es revelador de ciertas prácticas relativas a la revisión y publicación de estudios. En noviembre, por sospechas sobre la donación de óvulos, Schatten abandonó la colaboración con Hwang. Al mes siguiente, cuando surgieron las dudas sobre la autenticidad del experimento, pidió a "Science" que retirara su nombre del artículo. Alegaba que, tras revisar de nuevo las tablas y datos publicados, había concluido que podía haber falsificación. Por tanto, Schatten fue engañado con la documentación elaborada por Hwang, y prestó su firma a un estudio en el que no había intervenido más que como asesor, y de cuya autenticidad no podía responder directamente. Esto ha sucedido porque existe la costumbre de engrosar la lista de firmantes de un artículo con nombres de científicos que no son autores propiamente dichos. Tal práctica, al dar mayor apariencia de credibilidad, puede servir para encubrir un fraude, como en este caso.

        Tal vez, pues, haga falta reformar los procedimientos de las revistas. Así opina Marc Peschanski, especialista francés en células madre: "Habría que completar la simple relectura por colegas ["peer-review"] con controles biológicos" ("Le Monde", 21-12-2005). Peschanski pone como ejemplo la comunidad de físicos teóricos: ellos se comunican sus trabajos antes de publicarlos, y los someten a una dura revisión. El problema, en el campo de las ciencias biomédicas, que tiene más implicaciones sociales y económicas, es que "revistas como 'Nature' y 'Science' no están verdaderamente a favor de este tipo de organización, que les haría perder su papel, su poder y sus recursos".

Altavoces acríticos

        Finalmente, los medios de comunicación han sido altavoces de Hwang, que ha sabido usarlos hábilmente. "Hubiéramos querido –se quejaba Monica Bradford, de "Science"– que los autores empleasen tanto tiempo en hablar con nosotros como en celebrar ruedas de prensa" ("International Herald Tribune", 23-12-2005). Muchos medios han contribuido acríticamente al espectáculo. Ha habido una excepción notable: un programa de la cadena de TV coreana MBC, que tras recibir una denuncia anónima, logró hacer cantar a un colaborador de Hwang que ahora trabaja en Estados Unidos; pero lo logró –todo hay que decirlo– con medios inmorales: haciéndole creer que se había cursado orden de detención contra Hwang y filmando la conversación con una cámara oculta.

        Desde luego, los medios no podían descubrir lo que no vieron los revisores de "Science". Pero es llamativa la docilidad con que no pocos siguieron el guión de Hwang y otros, cantando las maravillas de la clonación "terapéutica" y anunciando remedios hipotéticos. Con menos entusiasmo y una cabeza más fría podrían al menos haber informado de los problemas, como los relativos a la obtención de óvulos o al control de las células madre embrionarias, que tienden a formar tumores. Pero, por lo visto, ha vuelto a cumplirse la Primera Regla de Cohn sobre las páginas de salud, según la cual solo hay dos clases de noticias médicas: "se vislumbran esperanzas" y "se pierden las esperanzas". Y así pasamos tantas veces de la primera clase a la segunda.
 
Rafael Serrano
ACEPRENSA