Cuando llega la adversidad

Constantemente nos quejamos de que los hombres no nos
entienden. Los hombres suplican poder entender a la mujer. Pero quizá
la mujer tampoco se detiene a tratar de comprender al hombre.

Hace unos meses viajaba con una amiga por la carretera. Para
completar la aventura de habernos perdido, tomado salidas equivocadas
y habernos quedado completamente paradas en el tráfico por media hora,
sólo nos faltaba que se nos ponchara una llanta. La ley de Murphy no
falló y poco después de salir del tráfico empezamos a oír un ruido.
Nos paramos a un lado de la carretera para confirmar que,
efectivamente, teníamos que cambiar la llanta. Ninguna de las dos lo
habíamos hecho antes, pero yo pensé que no podría ser tan difícil y
que era suficiente experiencia la de ver a mi papá cambiar las llantas
tantas veces. Estaba sentada sobre el pavimento tratando de ensuciarme
lo menos posible y encontrar dónde poner el gato, cuando un señor
amablemente se detuvo para ayudarnos. Después de quince minutos ya
estábamos sentadas listas para continuar nuestro viaje.

¿Qué motiva a los hombres a pararse a cambiar llantas en la
mitad de la carretera? Este hecho me ayudó a entender lo que mueve al
hombre y que no es necesariamente lo mismo que puede motivar a una
mujer. Al hombre le gusta sentirse necesitado y se siente realizado al
proteger a alguien más. A nosotras nos agrada que nos ayuden porque
nos hace sentir protegidas y cuidadas. Tomando esto en cuenta, podemos
descubrir qué le afecta al hombre y la manera en que podemos
sobrellevar los problemas familiares con ellos y no a pesar de ellos.

El hombre encuentra su realización al poder proteger. El
esposo y padre de familia se realiza al poder proveer y proteger a su
familia. Se podría decir que el hombre no trabaja sólo por el dinero.
Éste es un incentivo fuerte, sin embargo el hombre lo que busca es lo
que acompaña al dinero: protección para su familia, status, prestigio
y excelencia.
¿Qué pasa cuando el dinero falta? Para él es más que un simple
problema económico. Todo lo que le acompaña desaparece a la vista del
hombre. Siente frustración al no poder proveer para su familia. Si
para la mujer es importante que la comida que preparó le guste a su
familia, para el hombre es importante poder poner la comida sobre la
mesa. Su éxito, que él basa en el trabajo, se esfuma. Su deseo de
excelencia se ve frustrado junto con el fracaso en el negocio.

La mujer en estos casos puede empeorar o aligerar la
situación. La relación puede verse dañada si se queja de que no le
alcanza el dinero, si le presiona con los pagos y los gastos de la
casa. De manera silenciosa hay que empezar a ahorrar y enseñarle a los
hijos a hacerlo. Hay que saber en qué momento tratar estos temas y,
sobre todo, no hacerlo delante de los hijos. El hombre puede decaer si
su mujer no le da la misma importancia que para él tiene el no parecer
tan prestigioso ante los demás. El hombre busca la estima de otros, en
especial la de su mujer y familia. Por eso es importante que ella le
ame incondicionalmente y encuentre en ella la seguridad que siente
haber perdido.

Ha habido momentos de prosperidad. Han llegado o podrán llegar
momentos de adversidad. Si no han llegado, sería conveniente acordar
de antemano la manera en que los enfrentaran. Si ya han llegado, quizá
es momento de cambiar actitudes y manera de hacer frente las
dificultades. En uno u otro caso, es importante saber vivirlos juntos.
Si la mujer sabe aportar sus cualidades, podrá ayudar a hacer que las
adversidades lejos de ser un obstáculo para el matrimonio, sean un
medio para crecer en el amor.

Ale Moreira
Mujer Nueva