Lealtad, cercanía

Los propios cimientos
La lealtad, y en primer lugar con los ausentes, es otra
cuestión clave en las relaciones humanas. Cuando una persona habla mal
de otra a sus espaldas, o revela detalles que alguien le ha
manifestado de modo confidencial, además de actuar injustamente en la
mayoría de los casos, destruye su propia capacidad para generar
confianza. Quizá esa persona busca ganarse la confianza de la otra
gracias a esa indiscreción o ese desahogo, pero esa falta de
integridad personal está minando en sus cimientos aquella confianza.

Ante los errores o defectos de nuestros amigos o conocidos, la
lealtad exige que procuremos —en la medida en que eso sea posible—
ayudarles a corregirse. Como es obvio, esto será más fácil cuanto
mayor sea nuestra confianza con ellos.

Si no nos resulta posible decirles nada, o se lo hemos dicho y
aparentemente no ha habido ningún cambio, no por eso la murmuración y
el chismorreo dejan de ser una deslealtad. Sólo cuando lo exija la
justicia o el bien de los demás, será legítimo advertir a otros —y
siempre extremando la prudencia— de aspectos negativos que hemos
observado en una persona.

Cuando hay una buena relación personal, los errores de quienes
nos rodean son, si sabemos aprovecharlos, ocasiones excelentes para
ayudar lealmente a esas personas a corregirse. Muchas veces, una
advertencia sincera y prudente hecha a tiempo es la mejor forma de
mostrar el afecto por una persona.
Una fortaleza a toda prueba El problema es que muchas veces, cuando
ves que habría que hacer una advertencia a alguien, precisamente
entonces tu relación con esa persona está bajo mínimos, y no la
aceptaría bien... Por eso es importante que haya una buena relación
general entre las personas con las que uno trata (dentro de la
familia, en el trabajo, con los vecinos, etc.).

Por ejemplo, si en la familia hay unos lazos fuertes entre
padres, hijos, hermanos, abuelos, tíos, primos, etc., esa relación
puede resultar decisiva en situaciones de mayor dificultad. Sentir y
saber que hay muchos otros miembros de la familia que nos conocen y se
preocupan por nosotros, aunque quizá vivan lejos, puede suponer una
ayuda mutua importante para la convivencia familiar. Si uno de tus
hijos, por ejemplo, tiene dificultades para relacionarse contigo en un
momento determinado, quizá pueda ayudar a arreglarlo tu cónyuge, un
hermano, o una tía, o el abuelo. En una familia unida, cada uno de sus
miembros representa una referencia y una ayuda que pueden resultar de
vital importancia en el momento más insospechado.

Alfonso Aguiló
www.interrogantes.net